La otra noche, como casi todos los días, le conté un cuento a mi hija Triana. Esta vez, le tocaba el de los 3 cerditos y el lobo feroz...
Menos mal, que la casa del cerdito mayor estaba bien
construida y resistió los soplidos del lobo.
Como consecuencia de lo ocurrido, los 3 cerditos estaban
viviendo en la casa de ladrillo del cerdito mayor.
Los primeros días, se lo pasaron muy bien y se reían mucho
porque dormían juntos, compartían un único baño y cocinaban en la pequeña cocinita
de la casita de ladrillo.
Cuando terminé de leer el libro, Triana se quedó dormida y
yo, creo que también me quedé traspuesto.
Entre sueños, pensé que esos pequeños cerditos, no
aguantarían mucho tiempo viviendo todos juntos en su pequeña casita. Así que,
me armé de valor y decidí ir a visitarles y ofrecerles mis servicios como
asesor inmobiliario.
Efectivamente, los cerditos lo estaban pasando realmente mal
y lo que al principio eran todo risas y bromas, ahora, eran todo peleas y ya
casi ni se hablaban entre ellos.
Les estuve preguntando por el estilo de vida de cada uno de ellos,
por sus gustos, sus preferencias, sus trabajos y finalmente pude deducir que cada
cerdito tenía un estilo de vida diferente.
El cerdito pequeño, era músico y también un poco bohemio.
Para el, lo más importante, era poder disfrutar tocando su violín sin que nadie
le llamara la atención y a ser posible, estar rodeado de naturaleza.
El cerdito mediano, era escritor y le gustaba mucho la
tranquilidad. Para el, uno de los requisitos imprescindibles, era poder
escribir sin que nadie le moleste.
El cerdito mayor, era albañil y le gustaba mucho trabajar.
Una de las cosas importantes que necesitaba era, poder trabajar en un espacio
amplío y otra cosa necesaria, era la
seguridad.
Después de más de 2 horas hablando con cada uno de ellos, y
de descubrir la vida de cada cerdito, recordé que tenía una casa a la venta
perfecta para ellos.
Era una casa grande de 2 plantas, rodeada de árboles y con
una valla alrededor de toda la casa.
En la planta baja, había un garaje enorme donde el jardinero
tenía todas las herramientas bien organizadas y en cuanto el cerdito mayor lo vio,
se quedó con la boca abierta.
Las habitaciones también eran grandes, y tenían todas una
terraza con preciosas vistas a la sierra. Una de las terrazas de la última
habitación, curiosamente estaba acristalada y cuando la vio el cerdito pequeño,
se imaginó una noche de verano, tocando su violín sin que nadie le llame la
atención y también noté como salió con una sonrisa de oreja a oreja.
El cerdito mediano, directamente me dijo que le había
encantado la chimenea baja del salón comedor y se podía imaginar un día de
primavera escribiendo sentado bajo los árboles del jardín.
En definitiva, sabían que era su casa. Así que cuando les
dije el fabuloso precio chollo que tenía, se sorprendieron mucho y querían
comprarla sin lugar a dudas, pero claro, cuando les saqué las cuentas de todos
los gastos derivados de la compra venta, se dieron cuenta de que no podían
asumirlo.
Pero vamos a ver, les dije: - Vosotros no tenéis una casa y
2 solares que podéis vender. Pues vamos a venderlo y con eso, conseguiríamos
comprar la casa de vuestros sueños, sin pedir casi financiación.
Efectivamente, se dejaron asesorar y vendimos sus
propiedades en tiempo record y pudieron hacer realidad sus sueños y vivir el
estilo de vida que cada uno deseaba.
MORALEJA 1: Estoy leyendo un cuento y estoy pensando en cómo
venderle una casa al cerdito.
MORALEJA 2: Todos tenemos un estilo de vida diferente, déjate
asesorar por un profesional inmobiliario y podrás hacer realidad tus sueños
Juan Martínez
Gerente de Masquecasas
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