Desde que soy padre, “Halloween” ha ido ganándole
terreno al “Día de Todos los Santos” que, cuando era un niño, celebraba con mis
padres y hermanos. Las flores que mi familia llevaba a la tumba de sus seres
queridos fallecidos; los dulces típicos como los huesos de santo y los buñuelos
de viento; y los abrigos que siempre estrenábamos el día 1 de noviembre, cuando
el frío era frío, han tenido que compartir protagonismo con calabazas y
telarañas; con gominolas con las formas más terroríficas; y con disfraces de
brujas, calaveras, fantasmas y un sinfín de vestimentas monstruosas. De hecho,
mi hija mayor ya tiene su disfraz listo para vivir su cuarta “Noche de Brujas”.
Aunque “Halloween” haya entrado en mi familia de la
mano de las más pequeñas de la casa,
Es cierto que todavía no se ha convertido en una
tradición familiar como lo era la celebración del Día de Todos los Santos
cuando era niño, pero todos los años que tengo oportunidad, trato de acercarme
hasta Cocentaina para perderme en su “fira” y descubrir todo lo que tienen que
ofrecer los cerca de 900 expositores repartidos por las calles de su casco
antiguo. Desde vehículos y maquinaria, pasando por alimentación, productos
típicos, artesanía y feria de atracciones y juguetes, hasta un mercado medieval,
un zoco árabe y una feria caballar, la oferta de esta feria es muy variada para
satisfacer los gustos del casi medio millón de visitantes.
Con la vista y el olfato atrapados por turrones,
frutos secos garrapiñados, embutidos, quesos, tartas y dulces variados, pizzas
y kebabs artesanos, productos típicos de todas las regiones de España… mi
añoranza de aquellos huesos de santo y buñuelos de viento de mi más tierna
infancia es más llevadera.
Si después de leer este post, te animas a ir hasta
Cocentaina el próximo fin de semana (30 y 31 de octubre y 1 de noviembre), te
aconsejo que vayas temprano, ya que lo que más cuesta allí es encontrar
aparcamiento.
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